Gillette es sin lugar a dudas unas marca conocida en todo el mundo. Hoy os traemos la historia de cómo un hombre con pocos recursos pero con muchas aspiraciones logró convertirse en un empresario millonario. King Camp Gillette nació en Winsconsin, Estados Unidos, en 1855 y luego se estableció en la ciudad de Chicago, donde su familia sobrevivió al gran incendio de 1871, cuando King tenía 16 años.

Tras este suceso donde sus padres perdieron la vivienda, King se vio obligado a trabajar. A los 21 años comenzó como vendedor ambulante y cuando tenía 35 años consiguió el cargo como comerciante de Baltimore Crown Cork and Seal Company, empresa dedicada a la venta de tapones de corcho. Aunque para el momento representaba un buen trabajo, Gillette aspiraba más, no quería ser un simple vendedor.

Siempre inquieto por esa ambición de lograr fortuna, Gillete se mantenía siempre atento a su entorno, en busca de una oportunidad que le permitiera tener su gran idea de negocio.

Una chispa de ingenio

Cuenta la historia que un buen día mientras conversaba con su jefe Willian Painter (quien se hizo rico creando las tapas de corcho para botellas de cerveza),éste le dio un consejo que desde ese momento Gillette nunca olvidó: si quería ganar dinero y volverse rico debía inventar un objeto de producción barata, que se vendiera masivamente y que la gente consumiera y desechera enseguida, para volver por más.

Esa se convirtió en su premisa. Tiempo después, un día mientras viajaba en tren e intentaba afeitarse durante el viaje sin cortarse, de pronto se le vino la idea a la mente. Se le ocurrió fabricar una afeitadora más pequeña, fácil de maniobrar, segura y con hojillas desechables. Algo que no existía hasta ese momento.

Para esa época era difícil materializar su idea pues no la tecnología no era tan avanzada. Las primeras máquinas de afeitar se fabricaron con un modelo bastante rústico. Gillette consiguió la patente en 1901. En 1903, el primer año de distribución, solo se vendieron 51 afeitadoras, más 168 hojillas. Con la empresa al borde de la quiebra, Gillette no se rindió e insistió en conseguir las delgadas hojillas de acero en las fábricas pero sus esfuerzos no dieron el resultado esperado.

Finalmente Gillette gestionó la compra del acero, buscó financiamiento para el emprendimiento, se unió al mecánico Wimas Nickerson, inventor de la bomba neumática, quien diseñó unas máquinas para crear las navajas con una técnica más adecuada para lograr el producto que tanto había soñado. Un año después la mejorada versión salió finalmente al mercado, logrando la venta de 250 mil maquinillas de afeitar y se lograron vender 90 mil 884 afeitadoras y más de 123 mil hojillas.

Sin embargo, además de su invento lo que le llevó a conseguir el éxito fue la forma de comercializar el producto. Gillette vendía la máquina afeitadora incluso por debajo del costo con el fin de incentivar las ventas de las hojillas desechables que reportaban más ganancias a la empresa. Tan sólo diez años después Gillette Razor Company  tenía ventas millonarias en Estados Unidos, Canadá y Europa.

Aunque su fundador murió en 1932, Gillette siguió creciendo y es actualmente una de las marcas más exitosas del mundo. En 2005 fue adquirida por la gigante Procter & Gamble por 57 mil millones de dólares y sigue siendo rentable.

Rubén García

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